miércoles, 16 de octubre de 2013

Un lunes con Luigi, y Lutio








Esa mañana fue distinta, pero entretenida. Las máquinas cerebrales empezaron a avanzar como aquella vez en que los colores empezaron a confundirse entre 1500 millones de neuronas y hormonas que hicieron que la adolescencia se disfrazara de tensión, la que se deslizaba entre muchas ideas, y emociones catárticas suyas y sólo suyas.














"Un lunes, por favor", pidió con sarcasmo Lutio, quien era conocido por navegar en su vigésima octava mente, cada vez que acudía a ese lugar en el que los mares olían a rumor y la vida avanzaba de a pocos sin que ellos presintieran que el individualismo los terminaría devorando en los espacios en que las recurrentes sombras internas los hacían madurar en un mundo extraño, y extraño para ellos.


Luigi era como debía ser. Las lecturas sobre la vida le habían hecho pensar que su alma católica debía ir al ritmo de su familia, la que lo había convertido en un ser alegre, pero impulsivo. "¡Carajoo!", reclamó el día en que los océanos empezaron a cambiar de color en su mente diferente, pero formal.














Lutio, como siempre, paseaba por el malecón que lo llevó a soñar con el color rosado que lo transformó en un lago con sabor, y olor a vainilla. "Ya fue, brother", dijo el día en que entendió que las interacciones sociales debían fluir en ciertos momentos. Sus obsesiones, como las de sus demás amigos con los que había estudiado en la guardería-escuela-club, lo persiguieron hasta el día de su muerte. Ese tipo de problemas eran normales en personas que habían sufrido por ser construcciones sociales, y familiares. A fin de cuentas, los seres humanos siempre habían sido imperfectos. El problema era la falta de voluntad de una cierta cantidad de personas que no sólo no querían ser más conscientes de la realidad mundial, sino también no querían dejar a un lado el individualismo exacerbado que los había llevado a cometer acciones egoístas. En el fondo, no sólo se daba aquella situación por miedo, sino, además, por falta de compromiso con un mundo que siempre les habían prestado los átomos que no solamente se encontraban en sus cuerpos, sino también alrededor de ellos.


Jamás hubo magia entre ellos. Todo avanzaba como ese balón rosado que los hizo ir hacia adelante. Ellos eran niños tradicionales, y conservadores. Las energías internas que los seguían día y noche hacían que ellos retrocedieran para evitar problemas familiares enormes como los monstruos que habían hecho que no durmieran cuando tenían cuatro años. ¡"Carajoo"!, pensó Luigi al percatarse de que estaba reflejándose en el espejo en el que jamás quiso verse: el de su padre.


Lutio estaba incómodo, pero sabía que el futuro sería mejor. Por eso, nadaba en su mente y era "caleta", como él mismo pensaba, cuando su lado natural le reclamaba no sólo un mayor apego a los animales, a las plantas, y al mundo, sino también una búsqueda más intensa de lo que él siempre anheló: la libertad eterna, la que era individual, a final de cuentas.









"Alana", sentenció el Mago de la Sombra como cuando en 1879 decidió parecerse a su maestro en aquella otra vida en la que la luz, como siempre, lo había esperado día y noche para, decirle que "bueno, las cosas andan así, y asá, magazo, pero, bueno, se trata de ver todo en perspectiva". Eso esperó la madrugada en que sus ojos se abrieron tanto que no pudo ver los colores que aún no habían sido inventados. "Será, pues, será", concluyó el Mago, mientras Lutio, y Luigi se aburrían, porque los cigarrillos se habían acabado.








- Vamos a comprar puchos, pes', won' - sugirió Luigi al darse cuenta de que sus pulmones estaban bien otra vez.




- Sí, brother, al toque que tengo que zafar en un rato...alucina - concluyó Lutio ante la atenta mirada de los hombres para los demás.




- Ya, pe', será motivo, cápsulas - se adelantó al futuro el Mago, quien sólo quería que todos lo pasaran muy bien en un planeta en el que los condicionamientos sociales perdían la validez que siempre habían tenido, mientras la tierra botaba a los seres humanos que estaban malogrando lo que les habían regalado.




- Querrás decir causas, Mago, ja, ja, ja - reflexionó sarcásticamente Lutio, como antes, y como después para hacer ver que era un muchacho fuerte, aunque sólo fuera un muchacho de 21 años.



El camino del cáncer empezó a trazarse, mientras las cámaras escondidas que habían colocado los Jesuitas en una ciudad tan grande y tan pequeña a la vez se vestían, para ser aceptadas por un sistema-antisistema en el que la constitución era una forma anárquica de decirle a la sociedad que hiciera lo que mejor pudiera, para salir adelante en un país difícil para todos, todo, y nada, incluso.



Esa verja que cruzó Luigi lo sentenció a una cadena perpetua individual, cuando el zorro lo empujó sin alzarlo con unas alas que el viento jamás quiso que crecieran, y fueran más allá. La ilegalidad en un terreno estatal y legal, además, se adueñó de todos los que en ese momento sentían que debían ser más pendejos que los militares, quienes, por cierto, tenían armas, y no ideas. Lutio nunca se enteró de esto, porque él estaba en su quinta mente disfrutando de la vida, y de la muerte. Este contraste siempre hizo que no pudiera reencarnarse varias veces. Esas otras vidas habrían hecho que él fuera humano en muchas ocasiones. Su energía, llamada mundo de las ideas por los filósofos de aquella existencia, quería ser animal, persona, planta, y objeto material. Por eso, él hacía las cosas de esa forma tan peculiar. "Porque así soy, pe'", reaccionó a la defensiva internamente, mientras encendía un cigarrillo, como los que Media Verónica prendió en ese lugar natural, y repleto de perfección, además.


















"Un lunes, Lutio...pongámosle huevos por el motivo de vernos", reflexionó Luigi, al ver que Lutio estaba analizando la condición humana de un grupo de personas que lo habían hecho declinar en cuanto a ciertas cosas en algunos momentos de su existencia.

- ¿Tú crees, won'?- preguntó de una forma definitiva Lutio, mientras Gluis encendía un cigarrillo que tenía colores muy lúgubres.



- Claro, claro, compare', así es la huevada.



- Si a ti te parece bien, chévere, broster...a mí no me cuadra eso...alucina.



- Bueno, haz lo que mejor te parezca, como en el cole, solo que ahora tienes más años.



- Sí, pues, así será.






En ese preciso instante, el Mago de la Sombra estaba viajando a Júpiter, mientras sus dos amigos de la vida infantil, que en algún momento tuvo una forma física diferente, veían un balón mental que se acercaba a ellos.






- ¿Cuándo vamos a jugar, compadre? Me cago de ganas por tirarme, y ser libre - sentenció sin querer hacerlo, Luigi, mientras el Mago, y Lutio compartían cosas materiales bilaterales.



- Yo le meto, cápsula, tú ya sabes cómo es la movida, este con - confirmó el Mago ante la atenta mirada de Lutio, mientras el último lo abrazaba para siempre, y para tenerlo cerca, cada vez que fuera necesario.



- Dale con lo de cápsula otra vez, oe', ja, ja, ja...¿quién te enseñó esa huevada, broster? - preguntó Lutio, mientras el Mago empezaba a esbozar una sonrisa precisa para un momento tan exacto como ese.



- Sí, pue', pum, pum, estos istis - reflexionó a su manera el Mago, mientras sus amigos se reían de los viajes verbales y mentales en los que se encontraba en ese momento su compañero de aulas, y situaciones de todo tipo.



- ¿Qué acabas de decir, huevón? - preguntó Luigi, mientras sus cejas legales juzgaban a un niño-duende vestido con muchos alfajores, los que alimentaban a una cantidad importante de niños.



- Sí, pues, este, estos istis conchas de su madres. Esa es la explicación, por si acaso. Digo eso porque me parece una forma cariñosa de tratar a la gente con la que tengo confianza.



- Siempre estuviste locazo, pero eres un broster paja, Mago - sentenció Lutio mientras Luigi trataba de cerrar su boca cerrada como su mente legal, y occidental.



- Mientras todo tenga un sentido, no hay problema, como diría el teórico Levi - Strauss.



- ¿Qué, el de los jeans? - preguntó de un modo inocente Luigi.



- No, ja, ja, el pata del que hablo era un pensador, y un teórico.



- Manya, has estado leyendo... - afirmó de una manera sarcástica Lutio.



- Así parece, ja, ja - concluyó el Mago.






Cuando las nubes empezaron a tornarse de azul, rojo, y morado, los tres decidieron caminar en silencio hacia alguna sombra que los equilibrara después de tantos momentos hilarantes, como en algún momento dijo un teórico con el que el Mago había hablado en su sueño número 9150.

"Ese con, la muerte el hombre", reflexionó internamente el Mago, mientras la noche empezaba a capturar a esos tres sujetos de estudio por la antropología, la psicología, y la sociología, las que gozaban gracias a la crisis generalizada en la que se encontraba la humanidad en ese contexto histórico mundial en que se encontraba el ser humano.




- Sí, sí, pum, pum, esos qiums - volvió a analizar el Magazo ante la mirada de alguien que no estaba allí, pero se encontraba en las mentes de miles de millones de personas.


- Sí, pue', será motivo - le manifestó a la décima tercera mente del viento ese Mago que a veces estaba en la sombra, y en las demás ocasiones de la "vida" mental se encontraba dando vueltas en una bicicleta increíble que le prestó su amigo Ciencias Sociales.


- SAL- pronunció mentalmente el Mago, para que Ciencias Sociales sintiera, aunque fuera un escalofrío que hiciera que su nombre, y la vida que había elegido tener fueran más allá de los 250 000 kilómetros que había decidido surcar en Surco.





Después de haber incluido el párrafo anterior, Lutio y Luigi decidieron ir a dormir, porque el Mago estaba navegando en su vigésima mente, la que tenía una orilla precisa, para él, porque muchas ramas podían afectarlo, si no iba con su pala cerebral, y urgaba en terrenos que sólo debían ser suyos y sólo suyos en un mundo donde el colectivismo, y el individualismo debían ir de la mano.






El mar era grande en la décima tercera orilla del Magazo. "Sí, sí, estos cons", reflexionó él, mientras los demás estaban enfocados en cosas realmente suyas y sólo suyas sin que entendieran qué era lo que realmente debía pasar en un mundo prestado, y solamente del espacio. "Ala, será motivo, pec'", concluyó antes de que 75 balazos, que eran de la realidad, cayeran lentamente, y ante la soledad de la luna, quien jamás la había juzgado por ser como debía ser: un ser humano más en evolución mental.









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